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sábado, 24 de noviembre de 2012

¿Qué pasó con la misión de San José de Comondú?


Por Leonardo Reyes Silva

Desde el año de 1708 en que el padre Julián Mayorga fundara la misión de San José de Comondú y que en 1750 el padre Franz Inama construyera la iglesia de piedra, no deja de sentir lástima el triste fin que tuvo la misión y la destrucción de ese centro religioso.

Cuando atendieron la misión los padres jesuitas convirtieron a ese lugar en un centro de productividad a la vez que llevaban a cabo su labor de evangelización. Narran las crónicas que allí se cultivaban trigo, maíz, frijol, caña de azúcar, vides, higueras y datileros, aprovechando canales de riego construidos con grandes esfuerzos.

Además la cría de ganado era importante. Tenía borregos, cabras, vacas, caballos y mulas en un aproximado de tres mil cabezas. Eso sin contar el que se encontraba remontado. Y todo esto lo cuidaba el misionero auxiliado por los indios neófitos de la misión.

En 1773 cuando los padres franciscanos entregaron las misiones a los frailes dominicos, informaron que la iglesia había sido construida con tres naves techadas, cada una con su bóveda de cañón y un piso de piedra labrada, Las paredes del edificio se adornaron con nueve oleos con paisajes de la vida de San José.

Todavía a finales del siglo XVIII se daban informes de la iglesia que medía 25 metros de largo por 10 de ancho. Ese recinto religioso fue uno de los más hermosos de toda California. Todavía en 1795 existían las paredes decoradas con 25 óleos y esculturas. En el patio exterior sobre una armazón de madera pendían seis campanas, tres de las cuales se conservan en el interior de lo que queda de la misión.

Las naves tenían cada un prebisterio con su altar separado del área de los fieles. El altar de la nave central destacaba por su bello retablo dorado y una escultura de San José con el Niño. Lo que sí debe hacerse mención es la existencia de una biblioteca con 126 libros enviados desde la ciudad de México por el virrey De Croix.

Pero ya para los primeros años del siglo XX la iglesia había sufrido daños irreparables. León Diguet, en su recorrido que hizo por la península en 1912 visitó San José de Comondú y de ella escribió que: “La misión que originó el establecimiento de la misión está actualmente en ruinas. Por su parte, Aurelio de Vivanco autor del libro titulado Baja California al Día, dice lo siguiente: “En la actualidad la misión está casi en ruinas… por personas que llegaron hasta nosotros al visitar esa región, supimos que en una ocasión un gobernador del Distrito Sur había ordenado la venta de la iglesia para que se pudieran aprovechar los ladrillos… de la misión queda por ahora un solo cuarto en buen uso…” Y eso lo escribió en 1924.

Fue al gobernador Juan Domínguez Cota a quien se le achaca ese sacrilegio. Incluso corre el mito que la casa que construyó en La Purísima fue hecha con las piedras de la misión, lo cual no deja de ser exagerado ya que Domínguez gobernó en los años de 1932 a 1937 y para esas fechas la misión ya estaba en ruinas y los escombros desperdigados por doquier.

Lo que sí es verdad históricamente es que en el periodo del general mandó construir una escuela de material, pero de ladrillo no de piedra. Y después continuó con otra hecha con el mismo material. En el informe que rindió al presidente de la república aparecen las construcciones mencionadas.

Como quiera que haya sido, uno de los monumentos religiosos de los jesuitas ha desaparecido. De su recuerdo quedan dos habitaciones que se han acondicionado como capilla. Y no hay a quien echarle la culpa. ¿Al cambio de los dominicos por los franciscanos? ¿Al abandono de la misión en 1827 por falta de población? ¿A la desidia de los frailes dominicos que no se preocuparon por conservar el templo y la misión? ¿O fue, en último caso la impotencia de los frailes al no contar con la mano de obra suficiente para restaurarlos?

A lo mejor esto último se justifica ya que en 1800 los habitantes de ese bello lugar no pasaban de ochenta cuando en 1772 sumaban 322 indígenas. Y con ese reducido número de personas nada se podía hacer. También es posible que los frailes que nunca tuvieron los medios económicos suficientes no pudieran hacer las reparaciones, ni mucho menos atender las necesidades alimenticias de sus feligreses. Así es que cuando el último padre dominico abandonó el lugar de seguro se fue con un dejo de tristeza y frustración por no haber podido conservar lo que con tantos empeños edificaron los misioneros jesuitas.

sábado, 10 de noviembre de 2012

El visitador José de Gálvez en California


Por Leonardo Reyes Silva

Corría el año de 1768 —un año después de la expulsión de los jesuitas de California— cuando llegó a la península el visitador José de Gálvez, que traía la encomienda de conocer de cerca las condiciones económicas, materiales y sociales en que quedaron las 14 misiones que atendían desde 1697 los religiosos de la orden de San Ignacio de Loyola.

En 1764, el rey Carlos III lo nombró visitador general de todos los Tribunales y Cajas Reales e intendente de todos los ejércitos de la Nueva España. Al año siguiente reorganizó el ejército y llevó a juicio al virrey Joaquín de Monserrat que fue reemplazado por Carlos Francisco de Croix. Dos años después, en 1767, Gálvez intervino para sofocar los motines y disturbios que ocasionó la salida de los jesuitas, y ordenó juicios sumarios, ejecuciones y encarcelamientos de por vida.

Llegó a Loreto y de inmediato comenzó a dar instrucciones relacionadas con el reparto de las tierras, el repoblamiento de las misiones y la reorganización de la administración en Loreto, a fin de hacerla más eficiente. Y es que su primera impresión de las condiciones en que vivían los indios conversos fue muy desfavorable.

En un informe que dirigió al virrey De Croix el 8 de diciembre de 1768, le decía que “los indios vivían en la misma forma de vida irracional y bárbara que tuvieron antes de ser convertidos… las misiones son simplemente grandes haciendas en las que los misioneros, algunos sirvientes y soldados tenían su alojamiento… los indios vagan en los alrededores, generalmente desnudos buscando su comida, como siempre lo habían hecho”.

Aprovechando la sustitución de los padres jesuitas por los franciscanos, puso como gobernador a Matías de Armona, nomás que éste poco pudo hacer para cumplir con las disposiciones de Gálvez, más aún porque en 1772 los misioneros franciscanos abandonaron la península para ir a fundar nuevos centros religiosos en la Alta California. Y en su lugar llegaron los frailes dominicos.

Enterados los nuevos misioneros de las instrucciones De Gálvez, pronto se dieron cuenta de la imposibilidad de cumplirlas. Y ello dio motivo a una agria disputa entre el gobernador Felipe de Neve y el presidente de las misiones, fray Vicente de Mora. Y es que el visitador dispuso que los indios tuvieran derecho a la propiedad privada otorgándoles tres parcelas, dos de temporal y una de riego por familia; que se pudieran dedicar a actividades económicas además de las agrícolas También ordenó el traslado de grupos de indios de unos lugares a otros con mejores perspectivas de vida.

Dice el historiador Salvador Bernabeu que las instrucciones De Gálvez se calificaron de utópicas e irrealizables, ya que los intentos de cumplirlas chocaron con la realidad bajacaliforniana. Aunque a la larga tales disposiciones permitieron la colonización civil y la secularización de las misiones. Colonización que ya no contó con la población indígena que fue desapareciendo poco a poco.

En dos cartas que fray Vicente Mora envió al virrey Bucareli en 1775 y 1777, expone las razones por las cuales no fue posible cumplir con las instrucciones de Gálvez, sobre todo en lo referente a formar pueblos de indios, así como el cambio de residencia de muchos de ellos.

Sobre esto último explicó que los indios se negaron a abandonar su misión —como fue caso de Santa Gertrudis y San Borja— y amenazaron con volverse gentiles, es decir, irse a los montes para vivir como antes. Y a la fuerza hacer los traslados —decía el padre— es contrario a nuestras convicciones cristianas.

Y en el caso de Loreto a donde se dispuso que fueran a vivir otras familias, se preguntaba: “¿De qué sirve el aumento de familias en Loreto?, si su terreno es tan estéril que apenas alcanza el pasto para las bestias y para no poder trabajar las tierras por la escasez de las aguas y notoria sequedad”.

Total que casi nada se hizo de los propósitos del visitador De Gálvez. Lo que sí quedó claro al leer las cartas es el deterioro del sistema misional y del difícil inicio de la colonización civil con el reparto de las tierras. Además, las cartas revelan el eterno conflicto entre el poder civil y el poder eclesiástico.

Lo único positivo que dejó José de Gálvez con su presencia en California fue respaldar la orden del rey para poblar la Alta California, contando con ello con la buena disposición de los misioneros franciscanos los que en 1769 fundaron la misión de San Diego de Alcalá, la primera de ellas en la región.

Gálvez jamás volvió a California. De regreso a la ciudad de México recibió la orden de trasladarse a España donde murió en el año de 1787, luego de que el rey le diera el título de marqués de Sonora.